sábado, 22 de junio de 2013

Del Pisito a la Burbuja Inmobiliaria


No somos conscientes de cómo el franquismo contribuyó a construir la identidad de las clases sociales españolas urbanas. El tema del mito de la vivienda en propiedad, ilustra perfectamente la forma en que los españoles nos construimos como ciudadanos modernos, conducidos por el franquismo y en lucha contra el franquismo. Negar una de las dos condiciones implica no poder asumir y luchar por perfeccionar nuestra democracia, ver sus enfermedades profundas y saber donde están las fortaleces que permitirán superarlas. 
La cultura de la vivienda en propiedad es una institución en la población española, creada en  las dos primeras décadas del franquismo. Las políticas de vivienda, reflejaban los prejuicios   patriarcales sobre la familia y la mujer del nacional-catolicismo, y la creencia falangista en el poder moderador de la propiedad sobre el radicalismo social. 
La vivienda social se utilizó para el encuadramiento de los productores en el sindicalismo vertical, y alimentó la demagogia falangista sobre la propiedad y la integración de las clases sociales. El contexto humano lo constituyó la tragedia de la emigración de posguerra.
En las grandes ciudades, y sobre todo Madrid, donde la contienda había destruido gran parte del patrimonio inmobiliario, se crearon poblados chabolistas que alarmaron seriamente al Régimen. Este reaccionó con la represión, y la congelación de alquileres, lo cual retrajo a los inversores particulares, anclados en la propiedad rentista inmobiliaria.
La reparación y construcción viviendas, se encontró desde el primer año con la escasez de medios. En los años cuarenta, el régimen dio prioridad a la dotación de viviendas para sus cuadros políticos, militares y funcionarios, y convenció a grandes empresas, y al INI, para construir viviendas a cambio de subvenciones, un total de 1.400 viviendas por año durante diez años, pretendía ser un logro frente a las necesidades declaradas de casi un millón de viviendas para restaurar el parque devastado por la guerra y dar cobijo a las familias chabolistas y realquiladas.
En el Ayuntamiento de Madrid, la política falangista de vivienda en propiedad colisionó con los medios de negocio, que querían controlar los solares y subvencionar a los caseros propietarios. El conflicto se resolvió dejando el tema de la propiedad tal como decía Falange, y el urbanismo tal como lo quería el mundo de los negocios. Aunque las empresas inmobiliarias eran contrarias a las políticas de propiedad, las actuaciones del INV revelaron que los trabajadores priorizaban el pago de la vivienda, sobre otro gasto familiar, y el gobierno se mostró muy favorable al interés de los empresarios por el suelo.
La tenencia en propiedad demostró, vía garantía hipotecaria, que era la mejor opción para los negocios. Solo entonces, en los años sesenta, la iniciativa privada entró en el campo de la vivienda social. Los españoles, tras la larga experiencia del chabolismo, asumieron la solución del problema que les ofrecían. Años mas tarde, la conquista de la identidad: 
En primer lugar por la diferenciación social entre los mismos habitantes de los nuevos barrios, al acceder unos al trabajo industrial con empleos estables, otros montar pequeños negocios, los mas estabilizándose en los oficios de la construcción, y algunos siguiendo con sus viejos oficios de buhoneros y traperos y
En segundo, por la acción social del asociacionismo vecinal, que les permitió tomar conciencia de su posición de ciudadanos con necesidades y derechos.
Ambos procesos, fortalecieron el mito de la vivienda en propiedad. La conducta de los emigrantes a Europa, que invirtieron sus ahorros en la compra de pisos, lo reforzó.

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