“Toda la historia – igual que la experiencia habitual- apunta al hecho de que es el ser humano, no la naturaleza, quien provee de recursos básicos, que el factor crítico de todo desarrollo económico es la mente humana” (J. Phillimore (2001)
Toda estrategia necesita una pregunta, o el enunciado de un problema: ¿Cómo diseñar
políticas medioambientales y de I+D que puedan incentivar las tecnologías verdes en competencia con las actuales tecnologías del carbono?
El
problema es político: “Se necesita meter presión hacia la mejora tecnológica en
todos los sentidos para resolver los problemas de desigualdad, pobreza y
subdesarrollo” y La presión solo se puede ejercer desde Instituciones que
concedan amplia legitimidad a los cambios necesarios.
En los comienzos del
Siglo XXI, varias nuevas tecnologías experimentan su “momentum”, e impulsan una nueva revolución
industrial basada en el conocimiento. En primer lugar la biotecnología,
claramente apoyada en las TIC. El futuro de ambas dependen de que se logre un
nuevo paradigma energético. Puede ser el hidrógeno (H2) u otra tecnología, pero
se trata de resolver el almacenamiento de la energía libre, es decir del sol,
cuyo actual stock fósil está agotándose, sin que pierda su carácter de libre,
es decir de no apropiable.
Sea cual sea, una
energía verde no es en si misma sostenible. En primer lugar, está la cuestión de que tipo de energía se
utilizará para producir (H2). Por lo que sabemos de la dinámica de los sistemas
económicos, la introducción del hidrógeno no tiene por que ser complicado, pero
sí lo será el cambio en la energía a utilizar para obtenerlo y distribuirlo.
En segundo, las
externalidades negativas provocadas por el automóvil van mucho mas allá de la
fuente de energía que usa el propio vehículo, tienen que ver sobre todo con las
culturas de uso y consumo. Aunque los impuestos que incorporan al coste del
producto las externalidades medioambientales son necesarios para su gestión, no
resuelven problemas como los urbanísticos y de aprovechamiento de las
instalaciones: La energía solar doméstica y el automóvil impulsado por
hidrógeno, implican un estilo de vida que es consumidor intensivo de recursos
por efecto de la dispersión del hábitat.